lunes, 24 de octubre de 2011

La Loba - Gonzalo Rojas

Unos meses la sangre se vistió con tu hermosa
figura de muchacha, con tu pelo
torrencial, y el sonido
de tu risa unos meses me hizo llorar las ásperas espinas
de la tristeza. El mundo
se me empezó a morir como un niño en la noche,
y yo mismo era un niño con mis años a cuestas por las calles,

un ángel  ciego, terrestre, oscuro,
con mi pecado adentro, con tu belleza cruel, y la justicia
sacándome los ojos por haberte mirado.


Y tú volabas libre, con tu peso ligero sobre el mar, oh mi diosa,
segura, perfumada,
porque no eras culpable de haber nacido hermosa, y la alegría
salía por tu boca como vertiente pura
de marfil, y bailabas
con tus pasos felices de loba, y en el vértigo
del día, otra muchacha
que salía de ti, como otra maravilla
de lo maravilloso, me escribía una carta profundamente triste,
porque estábamos lejos, y decías
que me amabas.


Pero los meses vuelan como vuelan los días, como vuelan
en un vuelo sin fin las tempestades,
pues nadie sabe nada de nada, y es confuso
todo lo que elegimos hasta que nos quedamos
solos, definitivos, completamente solos.


Quédate ahí, muchacha. Párate ahí, en el giro
del baile, como entonces, cuando te ví venir, mi rara estrella.
Quiero seguirte viendo muchos años, venir
impalpable, profunda,
girante, así, perfecta, con tu negro vestido
y tu pañuelo verde, y esa cintura, amor,
y esa cintura.


Quédate ahí. Tal vez te conviertas en aire
o en luz, pero te digo que subirás con éste y no con otro:
con éste que ahora te habla de vivir para siempre
tú subirás al sol, tú volverás
con él y no con otro, una tarde de junio,
cada trescientos años, a la orilla del mar,
eterna, eternamente con él y no con otro.



domingo, 23 de octubre de 2011

Ventana Ciega - Chela Reyes

Ahí donde agoniza está mi nombre
en la salvaje soledad despierto,
con una estrella de afiebrada lumbre
alimentada en un fulgor eterno
y la ebriedad de un ignorado vino,
rendido al borde de un final deshecho.

Con un amor quemando mi espesura,
lampo de luz y arrebatado cielo,
aprisionada vivo en aventura
y en la raíz de su pasión, me muero.
Clavada voy en un temblor divino
como una flecha en su costado abierto.

Pero una voz que la pasión no entona,
pero una luz que el resplandor no inflama,
pero un gemido que en el mar no llora,
pero un calor ardiendo sin la llama,
¡pero una mano con una paloma
sin el brazo y la curva de las alas!

Pero tu amor gritando sin sonido,
pero mi amor llorando sin tu almohada,
pero el cielo cayendo en mis sentidos
con su ramo de estrellas incendiadas.
Abro llorando mi ventana ciega,
beso tu oído y parto hacia la nada.