domingo, 28 de agosto de 2011

Delia Domínguez Mohr

Nació en el Chile del Sur en 1931.  Descendiente de colonos alemanes, su vida transcurre entre su gran casa en Santa Amelia de Tacamó, su departamento en Santiago y sus viajes a distintos países del orbe. Por su justa combinación entre lo rural y lo refinado es que tiene una opinión favorable de la crítica.  En sus poemas se puede encontrar un tono de voz profundo y una profunda religiosidad.  El humor, ácido y nada complaciente, también está presente en su vasto oficio creativo.  Es también miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua y muy amiga del pintor Claudio Bravo que ha ilustrado las portadas de sus últimos libros.

Ha publicado:

"La Tierra nace al canto", 1958;
"Parlamento del hombre claro", 1963;
"Contracanto", 1968;
"El sol mira para atrás", 1973;
"Pido que vuelva mi ángel", 1982;
"La gallina castellana y otros huevos", 1995;
"Huevos revueltos", 2000.


Es la única mujer nominada al Premio Nacional de Literatura 2004. Con Neruda compartió una profunda amistad, Nació bajo el alero literario por algo muy divertido y muy de infancia.  Cuando estaba en el colegio de las monjas alemanas en Osorno, interna porque su madre había muerto cuando tenía 5 años, muy sola, tanto que hablaba con los perros y los caballos.  Era una niña transgresora e insolente por lo cual las monjas le castigaban.  En uno de esos castigos leyó en  la revista "Margarita" las bases para un concurso nacional de poesía para los alumnos de enseñanza básica que se llamaba "La uva", allí escribió un poema sin saber claramente qué lo era, y con él ganó el primer premio.  De Santiago, el ministerio de Educación envió un diploma  a su colegio que fue recibido en la Desde entonces, cuando tenía siete años,  me llamaron sarcásticamente  la Neruda-Domínguez.
Más tarde, en la Universidad y con 17 años estudiando Derecho, participó en el concurso Alerce de la Sociedad de Escritores donde obtuvo también un premio que le entregó personalmente Pablo quién era Director de la SECh en ese entonces.  Dándose cuenta de su provincianismo le preguntó de forma muy cariñosa cómo es que escribía y le contó su anécdota con las monjas; entonces levantó su brazo como una gallina clueca, la puso debajo y no la soltó más, nunca,  hasta pocos días antes de morir donde lo acompañó en Isla Negra.

Siempre anduvo por esas corrientes, esos ríos nerudianos.  A él le gustaba llamarla "enérgica paloma de los montes". Absolutamente integrante de la generación literaria de los 50. Sus grandes amigos José Donoso, Lafourcade, Claudio Giaconni y otros narradores.  Ellos fueron los fundadores de aquella generación. De los poetas están Barquero, Enrique Lihn, que es la antítesis de Barquero en el lenguaje; David Rosenmann Taub; Armando Uribe; la Stella Díaz Varín; Sara Vial de Valparaíso; Miguel Arteche; Jorge Teillier, él es posterior, a su generación junto a Jaime Quezada y  Floridor Perez (Generación dispersa, esa de la dictadura de Pinochet, donde también escribían Omar Lara, el grupo Trilce de Valdivia.
“Yo sueño con tener luz en mi cabeza hasta que Dios diga. Sueño con que estos nietos míos mestizos y no mestizos y la gente simple del pueblo que  sienta mi poesía y que yo pueda trascender, ya que no tuve hijos de carne y hueso, en los niños y en los sueños de las mujeres de Chile.  Con eso me doy por muy bien premiada sobre todo en estos tiempos electorales donde estoy nominada al Premio Nacional y soy la única potranca que va en esta carrera.
Quiero trascender.  En esto soy muy mistraliana, porque donde Mistral perdura en sus rondas, yo quiero perdurar en mi canto a lo humano y a lo divino, como la Violeta.  Yo escribo porque junto con la respiración me nacieron los sueños, la necesidad de ternura, de confiar en alguien.  Por un simple y elemental deseo de comunicación humana, tejido por una comunicación con mis hermanos.
Mi proceso literario es muy particular soy transgresora, ajena a las regla a pesar de pertenecer a la Academia Chilena de Lengua.  Mi proceso literario debe ser como cuando las pájaras van a poner huevos y las mujeres van a dar a luz.  Casi no es un proceso, es un sentir.  Para mí el acto de crear es como una parición, donde se me comprometen el pelo, los huesos, incluso a veces me da fiebre porque todo lo que hago me involucra el ser entero.  Pero no tengo un sistema preestablecido ni busco incentivos de sabiduría exquisita.  Mis incentivos pueden ser una palabra, escuchar al pasar los ojos de un viejo pobre mendigo, puede ser un niño que va descalzo a la escuela con lluvia y los pies partidos por el granizo y puede ser también el relincho de un caballo o la mirada de mis volcanes donde aprendí a anunciar los climas mucho mejor que en la televisión, porque se qué significa la vaca pelada sobre la cordillera de los andes o lo que significa el sombrero del volcán Osorno. (Cuando quieres saber si va a llover o no, miras al amanecer, a las 5 de la mañana entre el Calbuco y el Osorno y si se pone una nube roja como un lomo estirado quiere decir que va a llover de todas maneras.  El campesinado dice que amaneció "la vaca pelada", y es infalible). Esto es absolutamente a parte de la literatura.  Me gusta estar en el campo, trabajar en el huerto, criar caballos, ver el vuelo de los pájaros. Me gusta cocinar, inventar comidas; nadar en los ríos; y también pescar”.

Fuente: Sandra Maldonado


Adiós dientes de leche       

Si desaparezco por desaparecimiento –acto natural–
será mi Dios que terminó la muda de los dientes,
que la infancia no siguió corriendo que por algún lado
me llegó la hora de cargar con el juicio de
la muela del juicio.

Pero si desaparezco por muerte –acto natural– sólo será
una imitación de muerte, un paso de baile para recuperar la
leche de mis inocencias y de mis indecencias,

porque si todo sigue, más o menos igual, y las bandadas
de gansos vuelven a pasar con Nils Hölgerson (o con Teillier)
a una cuarta de mi cabeza y tú, mi Dios, decides
darme asiento como allegada en las afueras del paraíso
y decides que luzca como angelito de arriba en vez de
angelita de abajo,
 
tendré que pronunciarme entre la salvación y la condenación
–sin saber cuál es la salvación tendré que pronunciarme –,
y sin abrir la boca para que nadie me haga saltar la leche
de los dientes de leche, entonces despedida y
muda ante ti,  mi Dios.


Delia Domínguez
de La Gallina Castellana y otros huevos,
Tacamó Ediciones, Chile,



Veo la suerte por las yeguas     

Se revuelcan las yeguas en el pasto ovillo como jugando
como muriendo las yeguas.

No se paran las yeguas, yo digo es la malura,
yo digo alguien muere hoy
algo grande va a pasar aquí si no se paran pronto
estas yeguas mulatas
que me trajinan por el sistema arterial
por el hueso sacro
por el sistema cerebro-inmemorial
con toda la historia de la casa como las Polonesas
el Danubio y
la Marcha Triunfal.
Las señales no mienten,
si no se paran las yeguas se nubla toda la suerte.
Naipe revuelto a estas alturas
nadie puede ordenar a los hijos del paraíso.

Todo es un galope de yeguas volteadas
sobre el óxido empastado de América del Sur.
 


Delia Domínguez
en La Gallina Castellana y otros huevos,
Tacamó Ediciones, Chile, 1995



 

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