viernes, 9 de septiembre de 2011

Gertrudis Gómez

Nació en Puerto Príncipe (Cuba) el 23 de marzo de 1814, aunque en su autobiografía figura 1816 (La Ilustración, 1850-XI-8). Hija del capitán de navío Manuel Gómez de Avellaneda y de Felisa de Arteaga. Ya en su juventud, por razones de salud, se trasladó a Santiago de Cuba, tras negarse a contraer matrimonio. En abril de 1836 sale con su familia hacia Burdeos y de allí a La Coruña.
En 1839 viaja a Sevilla y luego a Cádiz, donde escribe por vez primera en La Aureola, que dirigía Manuel Canete, con el seudónimo de La Peregrina. Aquel año conoce a Ignacio Cepeda, del que se enamora y al que dedicará muchas de sus cartas durante años. Admira a Mme. de Stael, Chateaubriand, W. Scott, y a Quintana y Lista entre los españoles. Al año siguiente, ya en Madrid, lee sus poemas en el Liceo y en 1841 publica su primer libro. En diciembre de 1845 se casa con Pedro Sabater, jefe político de Madrid, que fallece el 1 de agosto de 1846 en Burdeos. Ella se retira una breve temporada a un convento de aquella ciudad.
Pocos meses más tarde reside ya en Madrid y escribe a Cepeda. Por segunda vez contrae matrimonio con Diego Verdugo. Herido éste tras el estreno de Baltasar en abril de 1858, se va a Cuba con su mujer y luego a Norteamérica y Francia, pero muere en 1863.
Regresa Gertrudis a Sevilla y luego a Madrid, donde, al fallecer su amigo Juan Nicasio Gallego, es propuesta para ingresar, sin éxito, en la Academia Española, igual que sucederá años después con Pardo Bazán. Regresará a Sevilla, donde permanece hasta su muerte el 1 de Febrero de 1873.




Al Partir



¡Perla del mar! ¡Estrella de occidente!
¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo
la noche cubre con su opaco velo,
como cubre el dolor mi triste frente.

¡Voy a partir!... La chusma diligente,
para arrancarme del nativo suelo
las velas iza, y pronta a su desvelo
la brisa acude de tu zona ardiente.

¡Adiós, patria feliz, edén querido!
¡Doquier que el hado en su furor me impela,
tu dulce nombre halagará mi oído!

¡Adiós!... Ya cruje la turgente vela...
el ancla se alza... el buque, estremecido,
las olas corta y silencioso vuela
.

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